China está dando un paso monumental en la ingeniería hidroeléctrica con la confirmación de la construcción de la megapresa de Motuo, o Medog, que promete cambiar el mapa energético mundial. Con un costo estimado de 165 mil millones de dólares y una capacidad de producción de hasta 60 gigavatios, esta presa se presenta como un gigante en la generación de energía renovable.
El ambicioso proyecto se ubica en el Gran Recodo del río Yarlung Tsangpo, conocido como Brahmaputra en India. Su capacidad es extraordinaria, casi el triple de la famosa presa de las Tres Gargantas, que hasta el momento ostenta el récord por su tamaño y capacidad. El impacto ambiental y social de esta obra ha despertado preocupaciones tanto a nivel local como internacional. India y Bangladesh dependen vitalmente del flujo de este río, y temen por el control que China pueda ejercer sobre este recurso esencial. Aunque el gobierno chino asegura que no habrá efectos negativos aguas abajo, las tensiones con India, país con el que mantiene disputas territoriales, podrían intensificarse.
Más allá de los desafíos diplomáticos, la megainfraestructura plantea riesgos técnicos, considerando que la meseta tibetana, donde se construirá la presa, es una zona sísmica. Además, el descontento social crece debido a la falta de consulta con las comunidades locales, muchas de las cuales ya han sido desplazadas por proyectos anteriores en la región. Organizaciones como la International Campaign for Tibet alertan sobre las consecuencias sociales que podrían derivarse de este proyecto.
En un mundo donde el cambio climático y la escasez de recursos son retos constantes, la apuesta de China por una energía más limpia es significativa. Sin embargo, este enfoque debe equilibrarse con los derechos humanos y los impactos sociales y ambientales. La futura presa de Motuo representa un dilema entre la innovación en energía renovable y la necesidad de una gestión responsable del agua compartida entre naciones.





