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La clave para descifrar la primera pandemia de la humanidad estaba en una fosa común del siglo VI

Imaginen una ciudad donde morían hasta 10,000 personas al día. Fiebre, dolor muscular, vómitos y llagas en la piel se extendían sin control. Así era Constantinopla en el siglo VI, azotada por lo que los historiadores consideran la primera pandemia registrada de la humanidad. Durante décadas, esta misteriosa enfermedad afectó África, Europa y Asia, dejando un rastro de muerte y desesperación. Aunque siempre se sospechó que era peste, la misma que siglos después mataría a millones en Europa, la evidencia era anecdótica e imprecisa. Hasta ahora.

Un equipo interdisciplinario de la Universidad del Sur de Florida y la Universidad Atlántica de Florida, con colaboradores de India y Australia, ha resuelto este enigma milenario. Analizando cinco dientes humanos encontrados en una fosa común en Jordania, identificaron por primera vez al microbio Yersina pestis, la bacteria causante de la peste. Los resultados, publicados en la revista Genes de MDPI, confirman que la peste ya circulaba en el imperio bizantino entre los años 550 y 660 d.C. El hallazgo es especialmente significativo porque el sitio donde se encontraron los dientes está a solo 321 kilómetros de Pelusio, en el delta del Nilo, donde según las crónicas de la época comenzó la pandemia.

Pero este descubrimiento va más allá de confirmar una teoría. El lugar donde se hallaron los dientes era originalmente un centro comercial y de entretenimiento, no una fosa común. Su transformación en cementerio masivo revela el impacto social devastador de la pandemia. Como señaló Rays H. Y. Jiang, autor principal de la investigación, esto muestra cómo los centros urbanos se vieron abrumados por la emergencia. Las descripciones históricas relatan que almacenaban cadáveres en edificios, espacios públicos y fosas, o simplemente los arrojaban al mar. Incluso el emperador Justiniano I se enfermó gravemente, aunque logró recuperarse.

Hoy, los historiadores coinciden en que las cifras podrían estar exageradas—quizás no morían 10,000 personas al día, pero un promedio de 5,000 sigue siendo plausible. Como ocurriría siglos después, las pulgas transportadas por ratas en barcos y carros de grano propagaron la bacteria hacia las principales ciudades portuarias. Este hallazgo no solo cierra un capítulo histórico, sino que nos recuerda la fragilidad de nuestras sociedades frente a las pandemias y la importancia de la ciencia para entender nuestro pasado y prepararnos para el futuro.