Los Tesla ‘aburridos’ podrían convertirse en una supercomputadora global, según Elon Musk
Imagina que tu coche, mientras está estacionado y aparentemente inactivo, esté resolviendo complejos problemas de inteligencia artificial. Esta es la fascinante propuesta que Elon Musk compartió durante la reciente presentación de resultados trimestrales de Tesla. Entre cifras y proyecciones financieras, el visionario CEO dejó caer una idea que podría revolucionar cómo entendemos la computación: usar los millones de Tesla en el mundo como una flota distribuida para realizar inferencia de IA. No se trata de una ocurrencia casual, sino de una visión que refleja la forma de pensar de Musk, quien históricamente ha descompuesto problemas complejos en sus elementos básicos para reconstruir soluciones desde cero.
La propuesta tiene fundamentos técnicos sólidos. Cada vehículo Tesla incorpora procesadores especializados para el sistema de conducción autónoma, capaces de manejar enormes volúmenes de datos por segundo. Musk estima que cada coche ofrece aproximadamente un kilovatio de potencia de cálculo, lo que significa que los siete millones de Tesla actualmente en circulación representan potencialmente siete gigavatios de capacidad computacional. Lo más interesante es que la infraestructura básica ya existe: las baterías proporcionan energía, el sistema térmico maneja la refrigeración y la conectividad móvil integrada permite la comunicación. Solo faltaría desarrollar una capa de software que coordine toda esta capacidad ociosa.
El concepto de aprovechar recursos no utilizados no es completamente nuevo. Proyectos como SETI@home y Folding@home demostraron hace años cómo distribuir tareas complejas entre computadoras domésticas, mientras que la minería de Bitcoin emplea computación descentralizada para mantener la seguridad de la red blockchain. Sin embargo, Musk lleva esta idea a una escala industrial sin precedentes. Los desafíos son significativos: coordinar millones de vehículos en tiempo real requeriría protocolos de sincronización avanzados, seguridad robusta y gestionar el consumo energético, aunque este sería menor que el de los centros de datos tradicionales.
Más allá de los aspectos técnicos, surgen preguntas importantes sobre este modelo. ¿Quién controlaría los datos generados por esta red distribuida? ¿Qué incentivos tendrían los propietarios para permitir que sus vehículos, activos privados valiosos, trabajen para terceros con el posible riesgo de degradar sus baterías? Es probable que Tesla ofrezca compensaciones en forma de créditos de energía o descuentos para motivar la participación. Si esta visión se materializa, estaríamos presenciando el nacimiento de una nueva industria donde los coches dejarían de ser meros medios de transporte para convertirse en neuronas de un cerebro digital global, pensando activamente incluso cuando están ‘aburridos’.





