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Estados Unidos apuesta por energía nuclear reciclada para alimentar la IA: ¿solución innovadora o riesgo histórico?

En la carrera tecnológica global, la inteligencia artificial se ha convertido en el nuevo campo de batalla entre potencias mundiales. Estados Unidos, buscando mantener su liderazgo frente a China, ha encontrado una fuente de energía que pocos esperaban: las armas nucleares desmanteladas. La administración Trump ha puesto sobre la mesa un plan tan ambicioso como controvertido, que busca convertir el plutonio de ojivas atómicas en combustible para reactores que alimenten centros de datos de IA y bases militares. Esta estrategia representa un giro radical en la política energética norteamericana, mezclando innovación tecnológica con legados de la Guerra Fría.

El plan contempla cuadruplicar la producción nuclear del país utilizando no solo uranio fresco, sino también combustible reciclado a partir de residuos radiactivos y del plutonio militar excedente. Startups como Oklo, respaldada por Sam Altman de OpenAI, ya trabajan en el piroprocesamiento, un método que promete ser más seguro y económico que las técnicas tradicionales. La Casa Blanca ha establecido plazos concretos: el Ejército deberá operar un reactor en una base nacional antes de septiembre de 2028, y el Departamento de Energía tendrá que inaugurar al menos un reactor avanzado en 30 meses. Además, se han liberado 20 toneladas de HALEU para los nuevos reactores y se planean 20 acuerdos internacionales de cooperación nuclear.

Sin embargo, la comunidad científica muestra escepticismo. Expertos como Ernest Moniz, exsecretario de Energía y físico del MIT, advierten que reciclar plutonio de armas no solo encarece la energía nuclear, sino que además “amenaza con crear material que pueda usarse en bombas”. Matthew Bunn de Harvard considera poco realista pensar que la opinión pública acepte plantas de reprocesamiento, mientras que Frank von Hippel de Princeton recuerda que Estados Unidos ya abandonó el reciclaje civil en tiempos de Jimmy Carter, después de que India utilizara esa tecnología para fabricar su primera bomba. Estas advertencias contrastan con el entusiasmo de defensores como Bradley Williams del Laboratorio Nacional de Idaho, quien sostiene que usar plutonio reciclado podría convertirse en una necesidad para garantizar suficiente combustible.

Mientras Estados Unidos avanza en esta dirección, otros países han tomado caminos diferentes. Francia ha encontrado en el reciclaje nuclear una manera de lograr independencia energética, aunque con estrictas medidas de seguridad. Japón acumula retrasos y sobrecostes en su planta de Rokkasho, que aún no ha producido combustibles tras décadas de desarrollo. En el extremo opuesto, Reino Unido decidió abandonar la idea del reciclaje, optando por enterrar su plutonio civil en un almacén geológico profundo. Esta divergencia de enfoques refleja la complejidad del desafío nuclear a nivel global.

La apuesta estadounidense por resucitar tecnologías de reciclaje nuclear representa una encrucijada histórica. Por un lado, ofrece la posibilidad de resolver dos problemas simultáneamente: la necesidad energética de la IA y el manejo de residuos nucleares acumulados. Por otro, revive riesgos que se creían superados. La experiencia reciente en la planta de Vogtle, con siete años de retraso y 17,000 millones de dólares de sobrecoste, sirve como recordatorio de los desafíos que enfrenta la energía nuclear. El éxito o fracaso de esta iniciativa no solo determinará el futuro energético de Estados Unidos, sino que podría redefinir la geopolítica de la inteligencia artificial en las próximas décadas.