En un giro inesperado en el mercado automotriz de Norteamérica, Canadá ha comenzado a importar más vehículos desde México que desde Estados Unidos, algo que no había ocurrido en más de tres décadas. Esta tendencia histórica surge tras las restricciones arancelarias impuestas por el expresidente Donald Trump, quien intentaba incentivar la producción interna de automóviles en EE. UU. Sin embargo, en vez de beneficiar su estrategia, los aranceles han causado un ajuste notable en el comercio y las rutas de importación dentro del continente.
La implementación de un arancel del 25% a los autos extranjeros afectó de manera directa la relación comercial entre los tres países del Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (USMCA). Canadá, en respuesta, fijó un arancel similar para los vehículos provenientes de EE. UU., aunque ofrece incentivos fiscales para aquellos fabricantes que aún invierten en la economía local. Este escenario ha permitido que México fortalezca su posición en el mercado, incrementando la competitividad de sus automóviles y ganando espacio en suelo canadiense.
Este cambio de juego ha llamado la atención de los gigantes automotrices de Estados Unidos, como Ford, General Motors y Stellantis, que históricamente han dominado el mercado canadiense. La planta de Ford en Oakville, Ontario, no ha podido compensar totalmente este cambio debido a que su producción de modelos de volumen aún no está en marcha, aunque se espera que para 2026 se inicie la fabricación de las pick-ups F-Series Super Duty en esa localización.
Mientras tanto, México sigue aprovechando el contexto, consolidándose como un jugador clave en el comercio automotriz regional. Aún con las fluctuaciones en el mercado internacional, el país ha sabido adaptarse y encontrar oportunidades en lo que podrían ser aranceles a largo plazo. En un mundo donde las reglas comerciales se transforman constantemente, este movimiento resalta la importancia de México en el tablero de la industria automotriz. Así, los fabricantes globales comienzan a reconsiderar sus estrategias de producción frente a un futuro cada vez más incierto.
Por ahora, el rompecabezas comercial en Norteamérica se mantiene volátil, y los cambios imprevistos podrían continuar sacudiendo las bases tradicionales del negocio automotriz. La pregunta que queda es si los actores involucrados lograrán adaptarse a estas nuevas realidades sin perder su competitividad en el proceso.





